EL GRANO LIMPIO
Déjame, Señor, así;
déjame que en Ti me muera
mientras la brisa en la era
dora el tamo que yo fui.
Déjame que dé de mí
el grano limpio, y que fuera,
en un montón, toda entera,
caiga el alma para Ti.
Déjame cristal, infancia,
tarde seca, sol violento,
crujir de trigo en sazón:
coge, Señor, mi abundancia,
mientras se queda en el viento
el olor del corazón.
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