A Rodolfo Reyes Cortés
Agilísimo héroe:
tu cerviz no conoce este yugo de buey
con que la gravedad unce a los cuerpos.
En ti, exento, nacen,
surgen alas posibles.
Narciso adolescente.
La juventud se ha derramado en ti
cual generoso aceite
y te unge los muslos
y abrillanta el volumen de tu torso.
¿Qué buscas más allá
del movimiento puro y calculado,
del frenesí que agita el tirso de los números?
¿Qué convulsión orgiástica se enmascara en el orden?
Velocidad y ritmo
son deleitoso tránsito y no anhelado término.
Elevas la actitud,
el gesto, el ademán,
hasta el más alto punto de la congelación.
Y la danza se cumple en el reposo.
Pues el oculto nombre
de la deidad que sirves, oh bailarín, es éste:
voluntad estatuaria.
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