lunes, 5 de septiembre de 2011

Algunos poemas de 'Poetrastos' (3)

(Rebeca Álvarez Casal del Rey)

No quiero ser
fémina–venado, me niego
a enfocar la cuestión desde el punto de vista de la presa.
Tampoco mujer–ostra
a la que pedir permiso,
con pudorosos bombones y florales ofrendas. Muchos
––pase usted delante, señorita.
La traigo, la llevo y la voy a buscar
y, por supuesto, la invito.

Taxista–monedero, abridor
sistemático de puertas,
a la espera de que el molusco condescienda
a ceder su perlita;
y entreabra las valvas, oferente,
toda ella
entrega y triunfo…
(ajeno).

He de añadir
que el papel de hembra–depredadora
tampoco me atrae, pura
tensión magnética,
toda enroscadas curvas y tacones;
afilados los dientes,
arrodillada se relame. Devota mantis...

¡No! jamás seré trofeo ni
taxidermista.

Prefiero, si acaso, callar,
medir nuestros resortes ante
una taza de té; hablando, si acaso, del tiempo,
de alguna noticia del telediario
y de las últimas cien páginas
de uno de los Trópicos.

Toda conversación
será segundo plano de ríos subterráneos.

Prefiero
el silencio y la cascada.
O un animal en celo
(basta con que lo sea
cualquiera de los dos).
Disfrutar
de la caza como de un caleidoscopio,
ser ojo, bala y desgarro; amasijo de
puntos de vista
a ambos lados de la escopeta.

Nunca otorgar
la satisfacción de la conquista (tan
berlusconiana, ella, tan
implacentera).
No permitir
que me claven banderas en las nalgas
(por el mero hecho de mostrarlas).

Pero a veces se adivina al hombre–hombre,
que sabe que no hay mayor placer que gozar
mientras su compañera de cama
se retuerce de gusto. Que no se siente
alimaña ni niño,
jugando a ser Napoleón en las pastelerías.

Pero a veces
se adivina al animal y merece la pena
(aunque sea un rato)
activar el resorte que cruza las piernas,
afila los oídos
y enciende los ojos.

Mientras se habla de política
o del circo, disfrutando
de los torrentes subterráneos y el deshielo
de una taza de té.
––Te dejo que me invites
con una condición,
la próxima vez
invito yo.

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