¡Actualidad! Tan fugaz/ En su cogollo y su miga,/ Regala a mi lentitud/ El sumo sabor a vida. Jorge Guillén
viernes, 3 de febrero de 2012
En 'Versiones' de Rosario Castellanos, poemas de Emily Dickinson, 'Poemas'
Lo soportó hasta que sus propias venas
trazaron una red azul sobre su mano;
hasta que la rojez de la decrepitud,
suplicante, cercó sus quietos párpados.
Dio el narciso su flor y se marchitó luego
yo no sé cuántos años.
Hasta que un día no lo soportó
y fue a sentarse junto a los santos.
Ya no más su pacienre figura en el crepúsculo
ha de salirnos, suavemente, al paso;
ni su sombrero tímido se verá por las calles
del pueblo ahora por ella abandonado.
Coronas, cortesanos, sí. Y en medio
de aquella multitud ¿no es su rostro pálido,
esquivo y ya inmortal,
el que aquí -y en voz baja- estamos evocando?
___
Saboreo un licor que ninguno destila
en un jarro perlado de humedad.
Ni en bodegas del Rin ni en parte alguna
se encuentra licor tal.
Embriagada del aire, bacante del rocío,
me tambaleo al través de estos días sin fin
del verano. Desciendo de mi sitio
del encendido zafir.
Cuando los amos echen a la abeja borracha
fuera de los umbrales del verde cundeamor,
cuando las mariposas renuncien a su sorbo,
yo querré más licor.
Y así será hasta que los serafines
columpien sus sombreros nevados y el Señor
y sus santos se asomen a ver, por las ventanas,
cómo la ebria pequeña se inclina contra el sol.
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