Ese tímido faro
en su pequeña isla de rocas
echa a perder su afán
-temblor de luciérnaga apagada-
en el centro del día.
La blanquísima estela
de una barca motora
traza el camino recto
de máxima renuncia
al vuelo en libertad de las gaviotas :
sus direcciones insumisas al azul.
Estalla la palmera
su verdor en lo alto.
Al alentar del viento
saluda mansamente a todo:
el cielo embelesado por las olas
la cometa que hiere una medusa
silencios de velero
y voces de bañistas
la humildad de la arena
el altivo otear de Tamarit…
y esa barca varada sobre el césped
que pudieras ser tú.
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