EL ENCERRADO
Cara contra los vidrios, fija, estúpida,
mirando sin oír.
Aquí afuera sucede lo que sucede: algo.
Relampaguea una nube, se alza un ventarrón,
sube una marejada
o una llanura queda quieta bajo la luz.
Las especies feroces devoran al cordero.
El látigo del fuerte
chasquea sobre el lomo del miedo y la cadena
del opresor se ciñe a los tobillos
de los que nunca ya podrán danzar.
Uno persigue a otro, lo alcanza, lo asesina.
Y tú presencias todo,
maravillado, ajeno, sin preguntar por qué.
MONÓLOGO EN LA CELDA
Se olvidaron de mí, me dejaron aparte.
Y yo no sé quién soy
porque ninguno ha dicho mi nombre; porque nadie
me ha dado ser, mirándome.
Dentro de mí se pudre un acto, el único
que no conozco y no puedo cumplir
porque no basta a ello un par de manos.
(El otro es el espacio en que se siembra
o el aire en que se crece
o la piedra que hay que despedazar.)
Pero solo... Y el cuerpo
que quisiera nacer en el abrazo,
que precisa medir su tamaño en la lucha
y desatar sus nudos
en un hijo, en la muerte compartida.
Pero solo... Golpeo una pared,
me estrello ante una puerta que no cede,
me escondo en el rincón
donde teje sus redes la locura.
¿Quién me ha encerrado aquí? ¿Dónde se fueron todos?
¿Por qué no viene alguno a rescatarme?
Hace frío. Tengo hambre. Y ya casi no veo
de oscuridad y lágrimas.
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