El gozo: lo bello y lo inteligible
La belleza es orden entre las partes de un todo.
La inteligibilidad es orden entre diferentes todos.
La armonía es repetir en el espacio.
El ritmo es repetir en el tiempo.
La belleza no es necesaria en arte, ni la inteligencia en ciencia.
La grandeza del científico es que puede comprender sin necesidad de intuir.
La grandeza del artista es que puede intuir sin necesidad de comprender.
La grandeza del creyente está en la interpretación y es una combinación de grandezas científicas y de grandezas artísticas.
La relación menos banal entre ciencia y arte se da cuando el artista provee de intuiciones científicas al científico o cuando el científico provee de inteligibilidades artísticas al artista.
Un buen conocimiento y una buena salsa se obtienen por el mismo procedimiento: la reducción.
En una buena clasificación, la palabra que nombra un objeto real puede ser anterior a que tal objeto acceda a la realidad o a que alguien lo descubra en ella (algunos elementos de la tabla periódica).
El pulmón necesita aire, el corazón sangre, la boca saliva, el cerebro cambio.
El cerebro, ante la falta de incertidumbre, se ofende.
El cerebro, ante el exceso de incertidumbre, se frustra.
El primer gesto de higiene de un científico, antes de levantarse por la mañana, es reírse de su maestro.
El último gesto de higiene de un científico, antes de acostarse por la noche, es reírse de sí mismo.
Existe la duda de científico, la duda de artista y la duda de creyente.
El científico trata sus dudas conversando con la realidad y, ante la duda, prima la realidad.
El artista trata sus dudas conversando con su obra y, ante la duda, prima el artista.
El creyente trata sus dudas conversando con su creencia y, ante las dudas, prima la creencia.
Lo improbable asombra a todo el mundo, lo cotidiano solo al genio.
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