Unos buscan la gloria; otros, la verdad. Yo me atrevo a situarme entre los segundos. Una tarea irrealizable ofrece más seducción que un objetivo asequible. ¡Qué humillación proponerse la aprobación de los hombres como objetivo!
Solo hay una nostalgia: la del Paraíso. Y tal vez la de España.
El apego a las personas es la causa de todos nuestros sufrimientos, pero está tan anclado en nosotros, que, si cede, toda la economía de nuestro ser resulta desequilibrada.
La fidelidad es encomiable, pero tiene algo malo, nos ensucia. Ese deseo de revisar nuestras amistades y todas nuestras admiraciones, de cambiar de ídolos, de ir a rezar a otra parte, es lo que demuestra que aún tenemos recursos, ilusiones, en reserva.
Lo que temo no es la muerte, sino la vida. Por mucho que me remonte en la memoria, siempre me ha parecido insondable y aterradora. Mi incapacidad para insertarme en ella. Miedo, además, de los hombres, como si perteneciera a otra especie. Siempre el sentimiento de que en ningún punto concidían mis intereses con los suyos.
Tengo que escribir un texto sobre el dolor. Veo claro lo que he de decir al respecto... pero, ¿por qué decirlo? ¿Por qué no sufrir en silencio como los animales?
En un artículo sobre Lorca, Jorge Guillén habla de la efervescencia intelectual en España hacia el año 1933. Tres años después, la catástrofe. Todas las épocas intelectualmente fecundas anuncian desastres históricos. Nunca el conflicto de las ideas, las discusiones apasionadas que comprometen a una generación se limitan al ámbito del espíritu: ese hervidero no presagia nada bueno. Las revoluciones y las guerras son el espíritu en marcha, es decir, el triunfo y la degradación final del espíritu.
He pasado dos horas maravillosas con una familia rusa. ¡Esa gente ha cambiado tan poco desde sus grandes novelas! Su inadaptación es hermosa. Por lo demás, la adaptabilidad es señal de falta de carácter y de vaciedad interior.
Una religión solo está viva antes de la elaboración de los dogmas. Tan solo creemos de verdad mientras ignoramos lo que debemos creer exactamente.
Los pesimistas no tienen razón: vista desde lejos, la vida nada tiene de trágica, solo lo es de cerca, observada en detalle. La vista de conjunto la vuelve inútil y cómica. Y eso es aplicable a nuestra experiencia íntima.
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