Los dientes de una
ballesta
me tienen clavado
el vuelo.
Tengo el alma
desgarrada
de tirar, pero no
puedo
arrancarme estos
cerrojos
que me atraviesan
el pecho.
8200 veces
la Luna cruzó mi
cielo
y otras tantas, la
dorada
libertad cruzó mi
sueño.
El Sol me hace
crecer flores,
¿para qué, si
estéril veo
que entre los
muros mi sangre
se me deshoja en
silencio?
No sabéis lo que
es un hombre,
sangrando y roto,
en un cepo.
Si lo supieseis
vendrías
en las olas y en
el viento,
desde todos los
confines,
con el corazón
deshecho,
enarbolando los
puños
para salvar lo que
es vuestro.
Si llegáis ya
tarde un día
y encontráis frío
mi cuerpo;
de nieve, a mis
camaradas
entre sus cadenas
muertos...
recoged nuestras
banderas,
nuestro dolor,
nuestro sueño,
los nombres que en
las paredes
con dulce amor
grabaremos.
Y en la soledad
del muro
hallareis mi
testamento:
al mundo le dejo
todo,
lo que tengo y lo
que siento,
lo que he sido
entre los míos,
lo que soy, lo que
sostengo:
una bandera sin
llanto,
un amor, algunos
versos...
y en las piedras
lacerantes
de este patio
gris, desierto,
mi grito, como una
estatua
terrible y rota,
en el centro.
Nota
del editor o bloguero: el año de publicación de Poemas
de la prisión y la vida es
2011. Una versión distinta de este poema aparece en Los
poetas de la senda
(2014) bajo el título “Si llegáis ya tarde un día”, pero todo
parece indicar que la versión definitiva del poeta es la presente en
este poemario, la que aquí damos por respeto a su voluntad y su
trabajo.
Al soldado que
luchó contra mí
¿Recuerdas aquel árbol, aquel día
que grabaste con pólvora y batalla,
tu nombre de soldado, tu porfía?
¿Era en esta ciudad, fue en aquel río?
En Brunete, en el Ebro..... Ya que importa,
Juan español firmaba con tu nombre y el mío.
También grabé yo al pie de la mañana,
a diente y corazón, sangre y machete,
roja insignia de indómita campana.
Que estéril y triste fue la cruz.
Hacia la noche, hermano, los caminos
torcieron atrozmente. Se congeló la luz.
Y de tu sangre hermosa y de la mía
no nacieron los trigos esperados,
sino sangre y más sangre todavía.
Hermano de la patria y de la pena
tu corazón desnudo está conmigo,
cansado de la espada y la cadena.
Una palabra, amor, necesitamos.
Un grito claro, España, y todos uno.
El pueblo sufre y lo destruyen. ¡ Vamos!
Digamos no a la Muerte, que la Vida
es el Amor, la Paz, la luz del Alba,
la Libertad que rota y malherida
entre escombros de sangre se levanta.
que grabaste con pólvora y batalla,
tu nombre de soldado, tu porfía?
¿Era en esta ciudad, fue en aquel río?
En Brunete, en el Ebro..... Ya que importa,
Juan español firmaba con tu nombre y el mío.
También grabé yo al pie de la mañana,
a diente y corazón, sangre y machete,
roja insignia de indómita campana.
Que estéril y triste fue la cruz.
Hacia la noche, hermano, los caminos
torcieron atrozmente. Se congeló la luz.
Y de tu sangre hermosa y de la mía
no nacieron los trigos esperados,
sino sangre y más sangre todavía.
Hermano de la patria y de la pena
tu corazón desnudo está conmigo,
cansado de la espada y la cadena.
Una palabra, amor, necesitamos.
Un grito claro, España, y todos uno.
El pueblo sufre y lo destruyen. ¡ Vamos!
Digamos no a la Muerte, que la Vida
es el Amor, la Paz, la luz del Alba,
la Libertad que rota y malherida
entre escombros de sangre se levanta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario