jueves, 9 de octubre de 2014

Poemas de Marcos Ana en “Poemas de la prisión y la vida”, Tabla Rasa, 2011 (3)



Pequeña carta al mundo

Los dientes de una ballesta
me tienen clavado el vuelo.

Tengo el alma desgarrada
de tirar, pero no puedo
arrancarme estos cerrojos
que me atraviesan el pecho.

8200 veces
la Luna cruzó mi cielo
y otras tantas, la dorada
libertad cruzó mi sueño.

El Sol me hace crecer flores,
¿para qué, si estéril veo
que entre los muros mi sangre
se me deshoja en silencio?

No sabéis lo que es un hombre,
sangrando y roto, en un cepo.

Si lo supieseis vendrías
en las olas y en el viento,
desde todos los confines,
con el corazón deshecho,
enarbolando los puños
para salvar lo que es vuestro.

Si llegáis ya tarde un día
y encontráis frío mi cuerpo;
de nieve, a mis camaradas
entre sus cadenas muertos...
recoged nuestras banderas,
nuestro dolor, nuestro sueño,
los nombres que en las paredes
con dulce amor grabaremos.

Y en la soledad del muro
hallareis mi testamento:

al mundo le dejo todo,
lo que tengo y lo que siento,
lo que he sido entre los míos,
lo que soy, lo que sostengo:
una bandera sin llanto,
un amor, algunos versos...
y en las piedras lacerantes
de este patio gris, desierto,
mi grito, como una estatua
terrible y rota, en el centro.

Nota del editor o bloguero: el año de publicación de Poemas de la prisión y la vida es 2011. Una versión distinta de este poema aparece en Los poetas de la senda (2014) bajo el título “Si llegáis ya tarde un día”, pero todo parece indicar que la versión definitiva del poeta es la presente en este poemario, la que aquí damos por respeto a su voluntad y su trabajo.


Al soldado que luchó contra mí

¿Recuerdas aquel árbol, aquel día
que grabaste con pólvora y batalla,
tu nombre de soldado, tu porfía?

¿Era en esta ciudad, fue en aquel río?
En Brunete, en el Ebro..... Ya que importa,
Juan español firmaba con tu nombre y el mío.

También grabé yo al pie de la mañana,
a diente y corazón, sangre y machete,
roja insignia de indómita campana.

Que estéril y triste fue la cruz.
Hacia la noche, hermano, los caminos
torcieron atrozmente. Se congeló la luz.

Y de tu sangre hermosa y de la mía
no nacieron los trigos esperados,
sino sangre y más sangre todavía.

Hermano de la patria y de la pena
tu corazón desnudo está conmigo,
cansado de la espada y la cadena.

Una palabra, amor, necesitamos.
Un grito claro, España, y todos uno.
El pueblo sufre y lo destruyen. ¡ Vamos!

Digamos no a la Muerte, que la Vida
es el Amor, la Paz, la luz del Alba,
la Libertad que rota y malherida
entre escombros de sangre se levanta.

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