¿Poeta?
Eso me dicen (y en voz baja
me lo digo a mí
mismo). No lo creo.
Lo sueña el
pensamiento. Sí, chispeo...
¡Pero es tan
doloroso! Se trabaja
a golpes de alma
el fuego. Se desgaja
la vida pena a
pena; y va el deseo
-corazón
adelante- como un reo
desnudo sobre
filos de navaja.
Tomo la luz de un
árbol. La tanteo
y se deshoja,
oscura. Beso el lodo
y me abraso de
luz. Zureo...
Yo llevo un hombre
herido en el recodo
más penoso del
alma y centelleo
su luz entre mis
labios... y eso es todo.
Rómpete corazón
Rómpete corazón.
¿Para que alientas
aún sobre la
nada? Ascua aterida,
nido que solamente
ya a tu herida
de filos y de
ausencias alimentas.
Rómpete corazón.
¿Ya qué calientas?
Cada latido tuyo
es la caída
de un azadón
cavándote la vida.
¡Con todo lo que
fuiste!... y ya no aventas.
¿Dónde tu voz de
lumbre y fuerte río,
tu sabor a tahona
y pan caliente,
tu jugosa ternura
acariciante?
Torrente seco.
Hogar pálido y frío,
un albergue hasta
ayer del caminante.
Rómpete corazón,
es tu poniente.
Amar, amar
Amar a una mujer,
amar a un hombre.
Amar a un corazón,
no importa cómo;
verterse en otra
vena que responde.
No estar
desesperadamente solo.
Amar, amar, romper
las soledades.
Triste es llorar
al pie de una ventana
viendo caer sin
fin tras los cristales,
la nieve
lentamente sobre el alma.
Oh, amor, amor,
sentir las dulces alas
de tu pasión
batiendo entre mis brazos;
sonar contra tu
sangre enamorada,
ser lágrima o
canción, pero en tus labios.
Sobre tus labios,
sí; sobre tu pecho
ser loca
desventura importa apenas.
Amor, amor, cabe
en un solo beso
toda la miel y el
llanto de la Tierra.
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