jueves, 16 de agosto de 2007

Poemas de 'Luna-Hiena' de Alonso Cordel

I

Evitamos peligros y desarmamos trampas,

sumamos noches y desmontamos sueños;

tristemente evocamos el pasado,

imaginando antídotos perfectos.

Negamos lo posible y nos lloramos

con la esperanza inútil de entendernos.

II

¿Quién soy? ¡Cómo me pierden

tus buenas intenciones!

Me emborracho de éter

y partimos

por el espejo sucio del pasado,

donde crecen respuestas para todo.

Tupidas esperanzas de perderse

en la desolación y el desengaño.

Arriba todo es angélico e inútil,

aquí falla el paisaje.
Allí serás un dios volando en el vacío,

como una hoja seca que el viento arrebatase.

Aquí la duda nos cuelga como cerdos

que a otro dios más cruel se sacrifican.

III

Gocemos mientras tanto alegremente

la presencia fantasma de Bilitis,
la llegada del atleta griego,
o un nuevo amor nacido de la espuma

bulliciosa del Cantábrico.
Hagamos cada encuentro

regalo de los dioses,

misteriosas ofrendas envueltas en caricias

y lazos de cariño

que mueren si desvelan

su frágil contenido.

IV

Adiós a los pinares apenas recorridos
y a la llanura gélida del páramo,
a la cuadriculada armonía de Herrera
y al absurdo suicidio

de algunos conocidos.

Porque no aguanto más

las sombras callejeras,

ni el silencio mortífero de tanta despedida,

me hago yo mismo eco de mi propia agonía

y digo adiós a todos, prolongando mi ausencia.

V

No voy a suicidarme tan temprano,
porque deseo aún aquellas lilas
que cortaba mi madre,

el sol de mayo

y quedarme dormido entre tus brazos

a veces homicidas.


Alonso Cordel, en Luna-Hiena, Colección Juan Alcaide, Ediciones del Excelentísmo Ayuntamiento de Valdepeñas, 1988.

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