(Esta entrada continúa la serie Sobre Cántico. Para entenderla, léanse las dos anteriores a las que se aplica esta etiqueta. Ya sabes, cada martes a las 3 de la tarde, hora peninsular en España.)
Pero esos ruidos que irrumpen, esos sonidos confusos e indistinguibles, son el anuncio de ‘Todas las consistencias/ Que al disponerse en cosas/ Me limitan, me centran’, son su primera manifestación antes de saltar ‘Sobre los amarillos/ Todavía no agudos/ De un sol hecho ternura/ De rayo alboreado’. Aquí el alba.
Primero el alma toma el cuerpo, luego, en el cuerpo, los ojos reciben la luz. A continuación el oído percibe los confusos timbres del mundo. Y, por fin, en este alba van presentándose ‘todas las consistencias’. Y, por más que éstas ocupan nuestro sitio, nos limitan el espacio, esa limitación es bendecida: nos centra.
Como luego dirá, ‘todo está concentrado/ Por siglos de raíz/ Dentro de este minuto/ Eterno y para mí’. Claramente esta limitación es no sólo física. ‘¿Hubo un caos?’, qué importa frente al don del ‘presente, /Eternidad en vilo’.’Ser, nada más. Y basta./ Es la absoluta dicha./ ¡Con la esencia en silencio/ Tanto se identifica!’.’Todo me comunica,/ Vencedor, hecho mundo,/ Su brío para ser/ De veras real, en triunfo.// Soy, más, estoy. Respiro./ Lo profundo es el aire./ La realidad me inventa,/ Soy su leyenda. ¡Salve!’.
Claro que la realidad nos inventa, claro que somos cada uno hijo de muchas madres, claro que nos limita, pero qué decir: ¡Salve!. A pesar de todo, ¡salve! Lo profundo es el aire dentro de este minuto vencedor, hecho mundo.
Así que, por favor, cuidado. ¿Optimista? No, Jorge reconoce los límites de la realidad. ¿Derrotista?¿Conformista por celebrar esos límites? No. Ante ellos sólo podemos adoptar dos actitudes: la amargura o la alegría.
Escribe Ganivet, en su Idearium, que la razón y la religión se suceden contínuamente. Que al aplicar la razón para explicar el mundo acabamos chocando desesperadamente con su inutilidad, y, entonces, nos aferramos a la religión. Y al aplicar la religión para explicar el mundo acabamos tropezando desesperadamente con su inutilidad,y, entonces, nos entregamos a la razón.
El Jorge de ‘Cántico’ dice: ‘Soy su leyenda. ¡Salve!’. Espiritual y racional.
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