“Entra a hurtadillas y en silencio,
como lava derramándose,
abortando
el simulacro de la muerte
que procura la noche”.
(El lubricán)
como lava derramándose,
abortando
el simulacro de la muerte
que procura la noche”.
(El lubricán)
NOCHES
Tras las cortinas no se columbra aún
signos de vida,
no clarea,
la habitación anda ciega,
aguarda.
Escucho la oscuridad agazapada
en un rincón,
como un león a punto de saltar sobre su presa.
Alrededor de la cama
serpentean en procesión los soldados
del miedo,
con la pica empuñada
dispuesta a ocupar el hueco,
el vacío.
Los ojos, escudados,
se abren de vez en cuando,
atisbando,
suplicantes.
No clarea.
La negritud persiste
socarrona, maligna,
los soldados se repliegan,
rompen filas,
se van dispersando.
Mis manos aflojan un poco
las sábanas torturadas,
mis piernas descansan
abatidas.
Parece que una estrella se diluye,
se percibe un aleteo de plumas,
un gallo inicia el ensayo,
el lejano traqueteo de las ruedas de un carro
invade mi garganta,
los soldados huyen en franca retirada.
El león ha desaparecido.
Abro los ojos.
Eloisa Pardo Castro
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