(Ver entradas anteriores de Sobre cántico para leer el poema del que se habla.)
Ni el arrojo de conocer ni la memoria o los hallazgos (tan escasos) pueden satisfacer nuestro afán de sabiduría, siempre insatisfecha. Ni el raptor de la sondas ni el amoroso náufrago te aliviarán, mar sabio; me digo a mí y te digo a ti, amoroso náufrago que me acompañas.
‘Que entre curvas te combas’. Una realidad tan compleja no puede ser lisa, es curva. Combar no se utiliza únicamente como redundancia, va más allá, dota a ese carácter curvo del conocimiento de una actitud permanente de cambio. El mar se comba y curva de continuo, complejidad mayor la de esta superficie en perpetuo cambio. El mar, el mundo, se comban, cambian, seguidamente.
‘Incorruptibles curvas’ lo tomaré por indescifrables ‘Sobre el azul perfecto’. Perfecto, por sinónimo de incorruptible: cerrado, concluso e intangible. Todo lo que se toca se corrompe. ¡No flash, por favor, no flash!, hasta la luz corrompe. La corrupción, en el verso de Jorge, es la espuma. La aparición de espuma que se niega al deseo de conocer, de asir, de aprehender, es otra forma de manifestar, en este mar pleno y refulgente, los queridos y celebrados límites.
¡Qué mediodía tan hermoso! Mediodía, pleno sol. De nuevo el sol. ¿El mediodía ya apareció o aún no hemos hablado de ‘Las doce en el reloj’? Esto de no leer linelamente es lo que tiene, que no sabe uno si habla del pasado o del futuro. En todo caso, ¡presente!
Por cierto, que me pregunto qué tiene que ver este poema con ‘El contemplado’ de Pedro Salinas. Será el futuro el futuro quien me traerá esta pregunta.
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