don J., viejito alegre y un tanto procaz, toca el acordeón para su vecina
los dedos dibujan firuletes
sobre el sexo del acordeón
mientras la rubia sesentona
-un poco demasiado flaca-
lo mira con pasión de entomóloga
por encima de los ligustros
antes de denunciarlo
por ruidos molestos
y atentado a la moral.
-sei bella, ma va fan’culo - dice el galán
y después sigue con su vida:
caminar sonámbulo hasta la heladera
para acabar con i fungi e la sopresata,
cantar santaluchía
para que sabrosos tomates clandestinos
maduren con este último sol,
bailar funámbulo sobre los nervios
que su nuera tiende todos los días
de pared a pared,
y, básicamente,
cagarse en todo:
él no pidió que lo trajeran a este mundo
en donde todos lo tratan de Usted
de noche extraña a los viejos vecinos.
En 'Country', de Bruno Di Benedetto, por El Suri Porfiado
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