¿De qué habla la ligereza de las soledades, de la liviandad de las vestiduras, de la fugacidad del encuentro?
‘Montes,/ Bosques, aves aires’, dice, y retuerzo la boca en desagrado por estas metáforas referidas al cuerpo de ella. Pero no es eso: ¡Tanto, tanto espacio,/ Ciñe de presencia/ Móvil de planeta/ Los tercos abrazos’, es que Jorge concibe esta confrontación sexual como un acto de perpetuación de nuestra especie y el actual orden natural. Al mismo tiempo: ‘Ciñe de presencia/ Móvil de planeta/ Los tercos abrazos’:
1) Los amantes giran abrazados, bailan;
2) Sus tercos abrazos no niegan (o sí, a tu gusto) la brevedad del lapso en que se produce, la terquedad del abrazo es la búsqueda insaciable del otro, nuestra pertinaz obcecación con el otro, cualidad inherente a cada uno de los individuos de nuestra especie (por introducir un neologismo que denote un carácter despectivo, diré): la humanada.
‘¡Gozos, masas, gozos,/ Masas, plenitud,/ Atónita luz/ Y rojos absortos!’
Tú y yo sabemos diferenciar masa de peso, ¿verdad? Sabemos que los 75 Kg de masa que pronto podré volver a decir que soy (piscina y gimnasio mediante), suponen un peso en la Tierra de 736,695 N, mientras en la luna es de 121,875 N, por las diferencias gravitatorias. (Consúltese la infalible fuente que es Wikipedia en su entrada dedicada al peso.) Jorge, creo que se equivoca, dice masa en sentido de peso.
Y cuidado, esta vez no sólo se le ve tocar con decisión (cosa que parecía imposible, como ya hemos señalado) sino que, además, soporta sobre sí el peso de otro cuerpo. ‘Gozos, masas, gozos’, ¿qué, si no cabalgadura?
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