(Y que casi no llego. Pero no podía faltar a esta cita con el primer aniversario de la publicación semanal de Sobre Cántico. Y que dure cien años más. Consulta los poemas referidos siguiendo la etiqueta Sobre Cántico, son los dos últimos.)
En ‘Los tres tiempos’ nos habla Jorge del ansia de un futuro viejo, de encontrar en el futuro vivencias pasadas. Son ‘Las rosas gozadas’ que ’Elevan tu encanto, /Sin cesar en alto/ Rapto hacia mañana’. Nos dice que el presente lo ánima la esperanza de repetir en el futuro ‘Los goces de ayer’, que ‘En labios con sed/ Van por Hoy a Siempre’. Así, por una vez, no afrontamos el conocimiento o el descubrimiento, sino que nos paramos ante el mundo sin observar más que lo que nos trae redivivo en el recuerdo. Y este ‘Corazón ausente/ Del sol’, del transcurso del tiempo (que el sol es nuestra medida del tiempo), habitante del recuerdo, nos dice que es el que nos sitúa en un tiempo eterno, por ser un pasado que anima a nuestro presente a alcanzar un futuro. El recuerdo, mirada hacia atrás para reconocer el camino que se nos abre, según Jorge, o que esperamos reencontrar.
Y tras este ratito de autocontemplación y aurocomplacencia, volvemos a mirar afuera. Y, como siempre, con desagrado. Las nubes, sí, lo marino, también, los carmines rosales y carmines del cielo que visten las tejas, por supuesto, tejas de turba cálida. Pero ¡cuidado!, turba también es muchedumbre de gente confusa y desordenada, esa misma gente que atropella en tropel a ras de suelo y que es pobre gentío atajado por la publicidad y sometido a escándalo. ¡Ah, el hombre cercado en la ciudad!
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