Pero hagamos memoria por un momento. Comenzó este bloque del poemario con el alba. Hemos pasado por el mediodía (Esfera terrestre), llegamos ahora a la tarde y pronto anochecerá, y sumidos en la oscuridad concluirá esta parte. Desde la salida del sol a la noche de luna. (Me estoy anticipando un poco, pero en fin, ya se ve, ¿no?) ¿No es cada apartado más que una jornada, entre amanecer y ocaso? Es un poco descabellado decir esto, que hemos pasado por ¿todas? las estaciones. (El verano se menciona explícitamente en Tiempo perdido en la orilla’; ‘Era aquel aroma/ De Mayo y de Junio’ de ‘Los tres tiempos’ nos habla de la primavera, como de primavera e invierno nos habla ‘El ventarrón de marzo’ de ‘Impaciente vivir’, que está al caer y es el penúltimo verso de este trozo; y también del invierno nos habla ‘Con nieve o sin nieve’, como en ‘Escalas’ encontramos rastro del otoño: ‘Bajo tantas hojas// Perdidas…’) Pero si no es posible pensar que las sucesivas series sean el desarrollo de un día cada una, tal vez sus aperturas con el amanecer y sus cierres con la oscuridad no representen más que tercas tentativas ( y frustradas) de esclarecimiento. ¿Esclarecimiento de qué? ¡Anda, anda, no gastes bromas!
En cualquier caso, el día con el sol y la noche con la luna quedan fijados y marcan inicio y fin. Un principio que volverá a ser y un final que no cierra, sino que reabre. A los días, la noche; a las noches, el día.
Volvamos específicamente a ‘Todo en la tarde’, a su parte primera. ‘¡Nubes! Anchas y bajas’, inicia, y por muy sugerentes que se nos presenten las nubes, lo bajo que se nos presentan y lo ancho hacen que se nos asemejen a un techo. No es casual que descendamos luego a las vistillas de tejas de las casas. Esas nubes anchas y bajas, y esas tejas de turba cálida, están haciendo el mismo efecto, nos están limitando, cercando, acorralando.
Pero fijaos que inetresante que las nubes ‘esbozan/ A lo marino espuma’, trayéndonos el mar. No es el cielo ilimitado e invisible (por las nubes) al que compara con el mar, son las nubes las que se le asemejan, las mismas nubes que ocultan y nos sujetan., como decíamos hace nada.
Decir ahora: ¿recordáis el significado que dimos al símbolo del mar? En el comentario a ‘Esfera terrestre’ hablábamos de una doble vertiente: el conocimiento (por descubrimiento) y la memoria. Así, las nubes son un cielo que ocultan el cielo (parafraseanso un verso mío) y que comienzan a imponernos la oscuridad antes de que anochezca. Jamás a Jorge se le ocurrá tupir un cielo rural de nubes, es la ciudad (y sus gentes) la que ahoga y oculta. Es en la ciudad donde el hombre se asfixia sin horizontes y sin memoria.
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