¡Actualidad! Tan fugaz/ En su cogollo y su miga,/ Regala a mi lentitud/ El sumo sabor a vida. Jorge Guillén
miércoles, 2 de junio de 2010
Leopoldo Castilla , 'Libro de Egipto'(1)
Leopoldo "Teuco" Castilla nació en Salta en 1947. En 1976 se exilió por razones políticas. Actualmente vive en Argentina. Publicó numerosos libros de poesía y narrativa. Entre otras convocatorias, fue invitado por la Unón Soviética para escribir un libro que la Editorial Progreso de Moscú publicó en 1990 con el título Diario en la Perestroika. También es autor de Nueva poesía argentina (Madrid, Editorial Hiperión, 1987); Poesía argentina actual(Estocolmo, Editorial Siesta, 1988).
Fue distinguido con premios nacionales e internacionales. Su poesía fue traducida al inglés, francés, italiano, sueco, portugués y ruso. Sobre su cuento La redada se filmó el largometraje del mismo nombre, realizado por Rolando Pardo.
Por su libro Nunca recibió el Primer Premio de Poesía del Régimen de Fomento a la Producción Literaria Nacional y Estímulo a la Industria Editoral Año 2000 del Fondo Nacional de las Artes.
Empezaré por compartirte algunos poemas de Leopoldo Castilla en el 'Libro de Egipto'. De su primera parte, 'Libro de Egipto':
EL ARQUITECTO
Con un pliegue del abismo
él alza la pirámide
y el aluvión del sol;
un trazo
y acobarda a la luz
y aparece el palacio
alunado
por el ocio de la reina
y la columna que sostiene
el peso dle hombre
en el vacío de dios.
El arquitecto hizo que el desierto creyera.
Y ahora, en su estatua,
rodeado
por las ruinas de su mente,
la corrosión lo ha desencadenado
eternamente anhela, escribe, borra
y devora con su forma
formas
igual que el arenal.
RESURRECCIÓN
Ya viene el pájaro
que devuelve el alma,
ya viene la resurrección
su hélice de polvo
trayendo
los lentos animales
de sus cinco sentidos
y entra
a la tormenta seca del ambalsamado
Y el faraón vuelve a nacer
en la misma comarca
ungido por su pueblo
junto al mismo río
sin saber que ha muerto
sólo pasa el espacio
en el desierto
el presente es antiguo.
ESCENA EN IBFÚ
Aquí todo ocurre en el horizonte
en una sola recta mortal
de vacío a vacío.
En Ibfú acaban de sepultar a un hombre.
Esas tres mujeres de negro
que en el mercado aúllan
y ruedan
bajo el espanto de un caballo,
ese borbotón de trapos
que maldice al destino
quiere destruir
esta línea sin sonido.
Sólo puede lo injusto.
Y el dolor
que es vertical.
HOMBRE SOLO EN EL DESIERTO
Van con él su mujer desnuda,
los hijos que vendrán,
una incierta tarde de su aldea,
un bastón de caña
y, como un sortilegio,
la sonrisa de su madre muerta.
Se detiene. Mira en derredor:
hasta el confín,
arenas.
No hay dentro ni fuera en esa inmensidad.
El desiérto es él
y va a matarlo.
ADIÓS AL NILO
Así debe ser irse del mundo,
igual que el río cuando se alaguna,
uno bebiéndose los cielos
y lo sniños
veleidando
al agua
y la huida de los pájaros,
mientras el polvo y el viento
apagan las aldeas,
las palmeras sofocadas por el sol
que se hunde en nosotros
y en ese instante volvemos a ser
no más que un golpe
de pétalo en el aire:
la misma lentitud que nos sostiene
nos demsorona.
No nos ven los pastores
que van de nacimiento a nacimiento,
ni los que hilan
las huertas que el Nilo secretea,
ni el pescador que en su red
alzaba el día
brillante
de agua de resurrección.
También el río entra a la muerte,
con sus bueyes bebiendo gravedad,
con peces que vuelven
a la melodía del humo
y mujeres que lavan
telas inconsolables.
Y al final, una faluca:
la medialuna
que viene por nosotros.
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