Tal vez rectifique, pero conviene analizar en más detalle y por orden los versos que antes hemos entresacado de ‘Al aire de tu vuelo’.
‘A ciegas acumulo/ Destino’. (Más allá I) ‘¡Con la esencia en silencio/ Tanto se identifica!’ (Más allá I) Ciego y sordo, pues. Y contento de ello .‘Enigmas –en sus masas./ Yo los toco, los uso.’ (Más allá III): sólo el misterio, como muestra este verso, palpa Jorge. Ninguna otra experiencia táctil aparece en este bloque. Y entre tanta oscuridad (no necesariamente negativa, hay quien sin ella se niega al sexo), el misterio se ‘Convierte en superficie/ Manifiesta a sus átomos/ Tristes, siempre invisibles.’ (Más allá IV): de este modo lo invisible, lo inaudible, lo intangible, el átomo, el componente esencial de la realidad se manifiesta ocultamente en ésta. Es al átomo adonde mira Jorge, por eso ni ve ni oye ni palpa. Como dice en otro momento: ‘Lo profundo es el aire’.
De otro modo: ‘Sonreído va el sol/ Por la pared. ¡Gozosa/ Materia en relación!’ (Más allá V) Decir que es el sol el que va por la pared…en esto el vallisoletano pasa po runo de los míos, de los del sur. No es el sol el que intima con la pared, son sus rayos , es su luz la que emprende gozosa relación con el tabique (porque es tabique, ¿no?, y no muro): es la luz de nuestra inteligencia la que comunica con la realidad, no los sentidos. La realidad, ‘Mental para los ojos/ Mentales’.
¡Ah! 'Toda la creación,/ Que al despertarse un hombre/ Lanza la soledad/ A un tumulto de acordes.' (Más allá VI) Pobre el hombre, que al abrir los ojos a la luz (recuérdese, además, que éste es el inicio de Cántico: ‘(El alma vuelve al cuerpo,/ Se dirige a los ojos/ Y choca.) -¡Luz! Me invade/ Todo mi ser. ¡Asombro!’), a la inteligencia, a la consciencia, se halla solo ante la inmensidad desacorde. Así es que comenzamos a nombrar la realidad: ‘Albor. El horizonte/ Entreabre sus pestañas/ Y empieza a ver. ¿Qué? Nombres./ Están sobre la pátina// De las cosas.’ (Los nombres), una realidad que sabemos inaprensible, pero podemos celebrar que tenemos los nombres (‘¿Y las rosas? Pestañas/ Cerradas: horizonte/ Final. ¿Acaso nada?/ Pero quedan los nombres.’ En ‘Los nombres’), ante esa realidad sólo mental (‘¡Tablero de la mesa/ Que, tan exactamente/ Raso nivel, mantiene/ Resuelto en una idea// Su plano: puro, sabio,/ Mental para los ojos/ mentales!’, en ‘Naturaleza viva’) y no domesticable (‘Materia de tablero/ Siempre, siempre silvestre!’, de ‘Naturaleza viva’).
Pero, como hemos observado tantas veces, este misterio que es la realidad no obsta para gozarla. La única cosa que a Jorge incomoda, molesta, disgusta…es la asfixiante presencia del urbanita: ‘Invisibles, a ciegas/ Calientes, animales,/ Que no paran jamás:’ (Todo en la tarde I); ‘Queda/ Lejos, grata, la calle.’ (Todo en la tarde II); ‘Cristal no dejan ver/ Los balcones al sol./ Láminas antes diáfanas/ Acumulan fulgor,// Tan favorable así,/ Tan rico de reflejos/ Que inicia en los balcones/ La actualidad del cielo,// Pleno. Revelación:/ Una gloria prorrumpe,/ Se revela en su coro./ Carmines cantan. ¡Nubes!’ (Todo en la tarde III); ‘Salta por el asfalto,/ Frente al anochecer,/ El ventarrón de marzo,/ Tan duro que se ve.’ (Impaciente vivir)
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