1998, en el centenario del poeta
Qué hambre de belleza tiene el mundo.
Qué garras afiladas. Qué incisivos.
Te acosan desde que eres un chiquillo
cubiertos de abalorios y de humo.
Qué muerto está el poeta. Qué desnudo
y huérfano aquel verso nunca escrito.
Su nombre hace que lloren los gatillos.
Su sangre hace dibujos contra el muro.
Qué loca estupidez de los humanos
ahoga al ruiseñor y luego aclama
sus versos sin saber lo que nombraron.
Qué hambre de poetas tiene el hombre.
Qué flaca la memoria. Pobrecitos
si olvidan que los versos no se comen.
Qué hambre de venganza y de palabras
dejaron al llevarse tus canciones.
Los mismos que hoy te citan, Federico,
con voces engoladas. Qué cabrones.
Qué garras afiladas. Qué incisivos.
Te acosan desde que eres un chiquillo
cubiertos de abalorios y de humo.
Qué muerto está el poeta. Qué desnudo
y huérfano aquel verso nunca escrito.
Su nombre hace que lloren los gatillos.
Su sangre hace dibujos contra el muro.
Qué loca estupidez de los humanos
ahoga al ruiseñor y luego aclama
sus versos sin saber lo que nombraron.
Qué hambre de poetas tiene el hombre.
Qué flaca la memoria. Pobrecitos
si olvidan que los versos no se comen.
Qué hambre de venganza y de palabras
dejaron al llevarse tus canciones.
Los mismos que hoy te citan, Federico,
con voces engoladas. Qué cabrones.
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