¡Actualidad! Tan fugaz/ En su cogollo y su miga,/ Regala a mi lentitud/ El sumo sabor a vida. Jorge Guillén
jueves, 3 de marzo de 2011
Cristina Morano acaba de publicar poemario con Amargord
Me permito compartiros los 3 siguientes poemas pertenecientes al libro:
03. Ana: miembro del personal de limpieza de una sala de cine
He visto a los mejores cerebros
de vuestra generación, vomitando
las palomitas que sus padres les pagan,
limpiándose la regla con las manos
y luego las manos en la pared.
He limpiado trozos de mierda
depositados deliberadamente
sobre la taza de cada uno
de los dieciséis urinarios de este cine
por dos evanescentes muchachas
a las que no consentí fumar
en el pasillo. Sé cuántos y quiénes
de vosotros se mean en los vasos
de cocacola mientras la sala está a oscuras
–luego salís del cine tan serios,
con el gesto de un pájaro fascinador
y el comentario erguido sobre el labio:
“no ha estado mal”–.
A mí, normalmente, no me veis
Yo
no existe.
Soy la que limpia.
El testigo de la fisiología
vuestra; testigo de la carne.
Y sin embargo, en los aseos,
al lado del excremento,
a veces, la Palabra: “el amor es tal
que cuando tú tienes algo
el otro necesita una cosa distinta”.
06. Orlan: artista francesa multimedia y performativa
Yo es lo que añado.
El plástico en la carne o la línea
del río en el crepúsculo
cuando en París se abren los mejores
clubs de baile de toda la galaxia.
Yo ha sido el arlequín
y el cirujano. No evoluciono
sino que realizo, decoro,
controlo. Añado zapatos de tacón
a mi estatura para medir el mundo;
porque la santa es su hábito,
la modelo su maquillaje,
pero la mujer no es su vagina, sino sus tacones.
Yo es el vestido,
pues hemos dado al tejido
poder sobre nuestra alma:
el vestido decide
quién es yo.
A mi lado parecen aburridos
la Belleza, la Salvación y el Riesgo;
no tienen un yo inalterable
que les demande.
Yo es otra
especie de ternura.
10. Ripley: la gata de la autora
Les concedo la puerta blanca,
no la transpongo nunca. Pero mi hogar
es mucho mayor que eso:
su horizonte sónico comprende
desde los semáforos de Gran Vía
hasta el pobre río con sus árboles
y esas flechas de pájaros
que cruzan de súbito el paisaje.
Porque no entienden la casa
me encuentran Misterio.
Porque me ajeno calculando
la trayectoria del mirlo
después de la ventana,
o en la medianoche alcanzo la polilla.
Porque sus ojos necesitan luz
me llaman Arcano.
Como si fuera uno de sus dioses
–el Divino Cazador del Insecto–
me alimentan.
Me dan
sueño. Y el sueño es también la casa,
sus medidas comprenden mis fauces,
la musculatura exacta y las vibrisas
por donde reverberan ellos
a través del asfalto y de los parques.
Porque tengo mi sueño en mis manos
me suponen Sensualidad.
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