Tacto en invierno
La lógica del tiempo clausurada,
las fotos en la mano,
el álbum es sólo una disculpa,
luego hablamos de nosotros
en diez minutos breves,
o en una tarde entera
como un pulso. Un mal combate
entre dos nombres sin ceñirse
al argumento que está escrito.
El fuego se agita
cuando esquivas el guión.
Vuela el jersey sobre la calma,
un viaje con destino sospechado
y miras a las llamas de reojo.
En eso consiste una velada,
dos vasos de vino en el invierno.
Después la armonía se refugia
entre el calor de una manta,
plenitud sin murallas
que ofrece la bandeja de sabores,
que avisa campanadas de silencio
y el tacto se hace cuerpo
en el viaje hacia el sur.
El cuadro se dibuja,
lo único tangible los dedos en la piel.
Tu piel a fuego lento.
Cuando la niebla
Cuando la niebla deje de ser niebla
seré catedral estrecha y alta,
perfume de oriente
si hallo la fórmula, secretos
de alquimia sin la niebla,
las huellas del coloso, la rabia seré
y la niebla sea lluvia,
pero lluvia no tormenta de azufre
ni hoguera del infierno,
espejo de tres luces y tres caras
seré sin niebla, azul de fuego,
semilla de amaranto,
diluvio sin fin cuando la niebla
sea sólo lluvia.
El tiempo de la lluvia
El tiempo de la lluvia es la mirada
y se adorna con secretos,
huellas del agua, sólo huellas
que disfrazan la ciudad.
La luz se pierde en laberintos,
señales que dibuja el día
pese al desdén de la calle
que vive prendida en los balcones,
porque la tarde es cielo adusto,
sin memoria y muere sin nostalgia,
porque los charcos brillan
y retienen su misterio
de balsas fugaces que nos asombran.
Porque la vida no es un viaje apresurado
que huye de las gotas
y alguien encuentra su momento
cuando mide la ciudad y su asfalto de charol.
El tiempo de la lluvia nos acoge
y los últimos pasos apenas dejan huecos.
Sólo rumores.
Gotean las paredes y acude la noche
que ahora finge silencio
mientras todos se abrazan, o duermen
entre sueños de lluvia
y es otro tiempo que nos muestra su presencia.
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