LAS HORAS
En III veíamos de nuevo el reloj, de nuevo digo, como en EL PRÓLOGO, con quien te sugería compararlo. En EL PRÓLOGO: el trajín, la prisa, riscos que salvar, rodeos que rizan la artimaña que todo lo salva…y el secreto para superarlo, inhábil. Pero, ¡alegría!, buen prólogo sea tanta dificultad y venga al poema la dificultad mayor: el misterio, todo. En LAS HORAS III: su pulso es el de los astros, que rigen nuestro tiempo, el orbe todo; ante esto, qué importa qué hora marque el reloj, todas son horas de hoguera, no ya de luz, también de calor, en los montes, en el orbe, en la entera creación o natura. Y ahí Jorge, si es necesario en su torre, cada uno en la suya.
IV
La luna da claridad
Humana ya al horizonte,
Y la claridad reúne
Torres, sierras, nubarrones.
Se abandona el desvelado.
Firme el borde
Nocturno. La inmensidad
Es un bloque.
En torno velando el cielo
Atiende, ciñe a la noche.
De la raíz a la hoja
Se yergue velando el bosque.
Fiel, a oscuras
Va el mundo con el insomne.
El reloj
Da las cuatro. Firmes golpes.
Todo lo ciñe el sosiego.
Horas suenan. Son del hombre.
Las soledades humanas
Palpitan y se responden.
Pero como LAS SOLEDADES INTERRUMPIDAS sigue a EL PRÓLOGO y se nos dice que no tan aislado el hombre (no creo necesario en este caso más que referir el título, suficientemente esclarecedor. Si quieres releer el poema utiliza la herramienta buscador de este blog). pues ahora, nuevamente, nos dice Jorge: cada cual en su isla, sí, pero ahí ‘Las soledades humanas/ Palpitan y se responden’. Y esa, no te engañes amigo lector, es la claridad humana: la de la luna, no la del sol. No es romántico, Jorge, no, en el sentido más tópico del término, pero se acompaña de la luna y la oscuridad como ellos. La incomunicación, la incomprensión, el distanciamiento…la soledad. Ésa es la divisa humana.
Noto de nuevo que ya se ve próximo el fin de este segundo bloque de poemas. Recuerda: el alba es el comienzo, la luna nos marca el fin.
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