CI
Pienso, al caer de la tarde,
en las pobres compañeras
que otro tiempo fueron causa
de mis gustos y mis penas.
De mis gustos y mis penas,
que viven en mi memoria
como vive la semilla
en la tierra hasta que brota.
La semilla hasta que brota
sufre en silencio y trabaja,
lo mismo que los recuerdos
hasta que son esperanzas.
CII
Se alza sobre un campo verde
una amapola orgullosa:
crece el trigo, y nadie sabe
dónde estuvo la amapola.
CIII
Ponte a un lado de la gente,
que si te pones en medio
ni verás ni podrán verte.
CIV
Sí, los ojos hablan:
aún recuerdo yo
cómo, al morirte, tus ojos me dieron
el último adiós.
CV
PRIMER CANTADOR
Si por el mundo la encuentras,
dile que yo la perdono,
pero que no quiero verla.
SEGUNDO CANTADOR
Piénsalo bien, y recuerda
que el perdón es, por lo menos,
el olvido de la ofensa.
CVI
Después de haberse querido
no se volvieron a ver;
pero, al morirse, pensaron
él en ella y ella en él.
Y así hablaron en voz baja
los dos por última vez:
-Yo te quise y aún te quiero.
-Yo te quise y te querré.
CVII
Dormirás bien en la muerte,
corazón, porque en la vida
te siento despierto siempre.
CVIII
Triste es separarse,
y triste también,
cuando la ausencia es casi una vida,
el volverse a ver.
CIX
La Noche-buena del pobre:
oír la misa del gallo
que el rico mientras se come.
CX
CANTADOR
Después de la tempestad,
¡que calma tan perezosa
tienen las olas del mar!
CANTADORA
Si olvidara el corazón,
¡qué tranquilas esperanzas
soñaríamos tú y yo!
CXI
No es envidia ni rencor,
ni es odio lo que yo siento
al ver que nací luchando,
y que luchando me muero.
Es un sentimiento oculto,
mucho más hondo que aquellos;
es un conjunto de lástima
y de amor que yo me tengo.
CXII
Loco le llaman las gentes,
loco, porque a voces dice:
«Soy esclavo de mí mismo.
¡Gracias a Dios que soy libre!»
CXIII
Bastante castigo tiene
el que se quiere a sí propio,
con no saber lo que vale
el querer bien a los otros.
CXIV
Como la quería tanto,
se dejó el hierro en la herida
para morir más despacio.
CV
Si te persigue la suerte,
amigo, sufre en silencio;
y si la suerte no ceja,
resígnate... y serás bueno.
Te aconseja uno que vive
resignado hace ya tiempo...
¡es verdad que se resigna
porque no hay otro remedio!
CXVI
No te enorgullezcas tanto,
dice la hoja a la flor,
que de la misma semilla
hemos nacido las dos.
CXVII
Ya voy creyendo de veras,
conforme pasan los días,
que la muerte es por lo menos
el descanso de la vida.
CXVIII
Dijo la sombra a la luz:
de negra pena me muero
cuando no me miras tú.
CXIX
Érase un rey y una reina,
y érase un paje muy bello;
tuvo amor la reina al paje,
y el rey se murió de celos.
El cuento es viejo y sabido...
¡y en verdad que es mucho cuento,
que nunca han de amar las reinas
al rey, sino al paje bello!
CXX
¿Sabes dónde va a parar
la moda nueva de ayer
de subir tanto la saya
y bajar tanto el corsé?...
Eres muy niña y ya sabes
todo lo que hay que saber,
todo, menos una cosa:
guardar para la vejez.
CXXI
La mentira corre tanto
por alcanzar la verdad,
que en el impulso que lleva
siempre se la deja atrás.
CXXII
Es triste, pero es seguro
que de los pesares viejos,
ni uno siquiera se marcha
mientras no llega otro nuevo.
CXXIII
¿Alegrías?... No las quiero
de esas que a todos alegran:
yo quiero las alegrías
que antes y después dan penas.
CXXIV
CANTADORA
No puedo callar, no puedo;
mi corazón va a romperse
si no digo que te quiero.
CANTADOR
¡Por la salud de tu madre!...
eso se dice bajito,
para que no lo oiga nadie.
CXXV
Aquel y el otro y el otro,
míralos bien, son avaros,
egoístas o ambiciosos.
Es decir, hombres que piensan
sólo con el corazón,
y sienten con la cabeza.
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