DE LA SUPURACIÓN
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Los fuertes dolores que ocupan el pecho,
O aquellas entrañas que cerca en redor,
Llenando al paciente de amargo despecho
Con fiero rigor,
Si no se mitigan por medio de esputos,
Diarreas, ni drogas, ni haciendo sangrar,
O bien a la dieta severos tributos
Heciendo pagar,
Terminan de un modo tristísimo, aciago,
Causando en el pecho la supuración,
Haciendo con ella mortífero estrago
En dicha región.
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Si estando el esputo saliendo bilioso
El pus se expectora ya solo, o con él
Mezclada la bilis, es signo dañoso
De agüero cruel.
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Si el pus aparece al séptimo día
Del mal que lo fragua saliendo a la par
Bilioso el esputo, peor todavía
Se debe juzgar.
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Pues es muy temible que muera el doliente
El día catorce de su enfermedad,
Si dichos esputos arroja y no siente
Feliz novedad.
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Empero son buenos los signos morbosos
Si el triste doliente su grave afección
Muy bien sobrelleva sin medios costosos
De su nutrición.
Si es fácil aquella función de la vida
Que ejerce en el pecho tranquilo el pulmón;
Si hay leves dolores, y es bien ejercida
Cualquier excreción.
Si está todo el cuerpo flexible y caliente;
Sino le atormenta ni un punto la sed;
Y en fin, si la orina muy buena igualmente
Se ofrece a la vez;
Si los excrementos, el sueño, y sudores,
Benéficos signos ofrecen también,
Podrán del paciente los males traidores
Curarse muy bien.
Mas ¡ay! al contrario, si el triste doliente
Muy bien no soporta su grave afección;
Si se hace muy grande y a un tiempo frecuente
Su respiración;
Si no se mitiga dolor tan impío
Y apenas consigue su esputo arrojar,
Si sed insaciable le acosa con brío
Y le hace penar;
Si a un tiempo la fiebre que el cuerpo padece
Se encuentra esparcida sin mucha igualdad;
Si más en un punto que en otro aparece
Con gran variedad;
Y en fin, si el abdomen en todos sus planos
Al tacto presenta vehemente calor
Estando la frente, los pies, y las manos
Con frío rigor;
Si son las orinas, las heces ventrales,
El sueño, y sudores del mismo jaez
Que arriba se ha dicho, son malas señales,
Muy malas pardiez.
Cualquiera de aquestas señales que se una
Al antes ya dicho esputo fatal,
Denota por siempre sin duda ninguna
Que el bárbaro mal,
Al hombre la muerte dará el nono día,
O el once es probable le llegue a matar;
Mas nunca al catorce su grave energía
Le deja llegar.
Conviene mal juicio formar de este esputo,
Pues dos septenarios no deja existir
Al triste paciente, su muerte es el fruto
De tanto sufrir.
De todos los signos que he dado ya indicio
Conviene con maña saber distinguir
Los buenos y malos si ansiamos con juicio
Saber predecir.
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