EL PAÑUELO
A Javier de Viana
Poco a poco adquiriendo otra hermosura
Aquel cielo infantil de primavera
Se puso negro, cual si lo invadiera
Una sugestión lánguida y obscura.
Tenía algo de parque la espesura
Del bosque, y en la pálida ribera,
Padecía la tarde cual si fuera
Algún ser fraternal en desventura.
Como las alas de un alción herido,
Los remos de la barca sin consuelo
Azotaron el piélago dormido.
Cayó la noche y entre el mar y el cielo,
Quedó por mucho tiempo suspendido
El silencioso adiós de tu pañuelo.
LA ÚLTIMA CARETA
La miseria se ríe. Con sórdida chuleta,
Su perro lazarillo le regala un festín.
En sus funambulescos calzones va un poeta,
Y en su casaca el huérfano que tiene por Delfín.
El hambre es su pandero, la luna su peseta
Y el tango vagabundo su padre nuestro. Crin
De león, la corona. Su baldada escopeta
De lansquenete impávido suda un fogoso hollín.
Va en dominó de harapos, zumba su copla irónica.
Por antifaz le presta su lienzo la Verónica.
Su cuerpo, de llagado, parece un huerto en flor.
Y bajo la ignominia de tan siniestra cáscara,
Cristo enseña a la noche su formidable máscara
De cabellos terribles, de sangre y de pavor.
HISTORIA DE MI MUERTE
Soñé la muerte, y era muy sencillo;
Una hebra de seda me envolvía,
Y a cada beso tuyo,
Con una vuelta menos me ceñía.
Y cada beso tuyo
Era un día;
Y el tiempo que mediaba entre dos besos,
Una noche. La muerte es muy sencilla.
Y poco a poco fue desenvolviéndose
La hebra fatal. Ya no la retenía
Sino por sólo un cabo entre los dedos...
Cuando de pronto te pusiste fría
Y ya no me besaste...
Y solté el cabo, y se me fue la vida.
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