Continuación de TRANSIGENCIAS
La cabeza de un hombre de sesenta kilos pesa lo mismo que la cabeza de un hombre de cien kilos, o sea, que el gordo consume más, pero no produce más; como aparato no sale económico.
A todo el mundo sorprende que los mellizos sean exactamente iguales; y a nadie sorprende que los otros hombres que no son mellizos sean distintos cada uno de todos los demás.
Los males que nunca vienen solos, van siempre mal acompañados.
Siempre que se sabe proceder con calma se acaba antes, menos en el caso de proceder aprisa y bien; sólo cuando se está seguro de hacer las cosas mal, es mejor hacerlas aprisa, porque con la precipitación es más fácil olvidar una parte del disparate.
Hay que creer en la racha. Cuando es mala, lo mejor es quedarse en cama. Cuando es buena uno se puede atrever a todo. La buena racha continua es lo que da a la gente mejor opinión de sí misma. La mala racha es una pura cuestión de azar.
Aunque la opinión es una cosa muy personal, también influye en ella el conocimiento de la materia. Quiero decir que sobre una materia determinada sólo pueden ser de la misma opinión los que la desconocen en absoluto.
Dad a una persona cuatro objetos: una mesa, un mantón de Manila, un florero con flores y un libro abierto. Decidle que ordene y coloque los tres últimos sobre el primero con el mejor gusto posible. Repetid el experimento con otras doce personas y conoceréis doce maneras de disponer tres objetos sobre una mesa. Preguntad a cada uno por qué razón ha colocado los objetos a su manera y no lo sabrá decir, porque la razón no existe. El gusto personal se defiende con tanto rigor porque no obedece a ninguna razón.
En algunas obras de teatro en las que salen reuniones de buena sociedad parece que haya un sitio reservado a los fumadores: el escenario.
En la duda se pueden hacer dos cosas que conducen casi siempre a resultados equivalentes: abstenerse o decidirse por uno cualquiera de los dos extremos.
Se celebran comidas de homenaje y a nadie se le ha ocurrido celebrar comidas de ultraje; estarían más concurridas y serían más cordiales.
Es muy desagradable que el primer libro que se lea de un autor sea bueno; uno lee después todos los demás, aunque no le gusten.
Los libros que descansan y consuelan más son aquellos de los que uno es capaz de leer páginas enteras sin cansarse y sin enterarse de nada.
Los buenos artistas prefieren pasar hambre antes de transigir con el gusto del público; y lo consiguen.
Todos los ricos protegerían el arte si para ello no tuvieran que proteger también a los artistas.
La misión de un buen crítico consiste en descubrir en la obra todo aquello que el autor no ha querido poner; si tan bueno es, con pocas obras le basta para hacer descubrimientos durante toda la vida.
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