Hase movido, dama, una pasión,
entre Venus, Amor y la Natura,
sobre vuestra hermosísima figura,
en la cual todos tres tienen razón.
Buscan quien les absuelva esta cuestión,
con viva diligencia y suma cura,
y es tan alta, tan honda y tan oscura,
que no hay quien darle pueda solución.
Ponen estas querellas contra vos:
Venus, que le usurpáis su sacrificio;
Amor, que no lo conocéis por dios;
Natura dice -y jura por su oficio-
que de vuestra impresión nunca hizo dos
y que ingrata le sois del beneficio.
Es tanto el bien que derramó en mi seno,
piadoso de mi mal, vuestro cuidado,
que nunca fue, tras mal, bien tan preciado
como este tal, por mí, de bien tan lleno.
Mal, que este bien causó, jamás ajeno
sea de mí ni de mí quede apartado;
antes, del cuerpo al alma trasladado,
se reserve de muerte un mal tan bueno.
Más paréceme ver que el mortal velo,
no consintiendo al mal nuevo aposento,
lo guarda allá en su centro el más profundo.
Sea, pues, así: que el cuerpo acá en el suelo
posea su mal y, al postrimero aliento,
gócelo el alma y pase a nuevo mundo.
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