23
No hay tiempo.
Ya no hay tiempo.
Pero ¿alguna vez hubo tiempo?
La ilusión de la vida por delante
se conjuga con el verbo
de la vida por detrás.
Y todo transcurrir no es más que un punto,
quizá un punto extensible
o el revés de ese punto,
porque el tiempo es puntual.
Un punto que a veces se desliza levemente,
como una gota de asombro de la luz
o un inesperado corpúsculo de sombra,
tan solo para justificar algo parecido a un nivel
en el barómetro casi fijo
que mide la presión imposible de la vida.
O tal vez simplemente
la presión diagonal de lo imposible.
24
Hay que vivir lo que no tenemos,
por ejemplo la desolada perfección de la palabra,
la sonrisa resistente de los muertos,
el mediodía neto de las medianoches,
los vericuetos desesperados de la espuma
o la rancia vejez de lo recién nacido.
Porque aunque tampoco tengamos
lo que tenemos,
lo que no tenemos
nos abre más la vida.
Desheredados del centro,
la única herencia que nos queda
está en lo descentrado.
25
La soledad es la usanza más difícil
pero es la única y legítima madre,
porque en ella se encuentra
no solo el amor a lo que existe
sino también el amor a lo que no existe.
Y es ese amor drásticamente dispuesto
lo único que nos cura del otro,
de los inverosímiles espejos
donde se autodevoran los dones.
La soledad denuncia en cambio el límite
y si no puede abolirlo
va recogiendo rosas y guijarros
y los arroja por encima del muro.
1 comentario:
Estupendas palabras!
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