56
Quietamente arrinconados
unos ojos contemplan el mundo.
Solo desde un rincón pueden verse las cosas
y hasta el propio rincón.
Solo los rincones contienen al mundo.
Pero además contienen otro mundo
que se forma en ellos como una antiniebla,
como una cualidad que solo allí perdura
y que posee la única garantía
de una visión que no se enturbia:
abrir los ojos lejos de otros ojos.
Abrir los ojos lejos de otros ojos,
porque las miradas interfieren a las miradas,
como ciertas luces entorpecen a la luz,
ciertos amores interrumpen al amor
y ciertos espacios malogran al espacio.
No interesa, entonces, ningún otro punto de mira,
arriba, en el medio o abajo.
Solo importa la mirada fundante,
la óptica raigal de los rincones.
Por otra parte, tal vez no haya más que rincones
y el resto es epejismo.
Rincones que solo pueden verse desde otros.
62
Pensar separa.
Amar separa.
Dios separa.
Ser separa.
Todo desvía la atención.
Solo un punto en el centro
podría quizá no separar.
66
Cualquier movimiento mata algo.
Mata el lugar que se abandona,
el gesto, la posición irrepetible,
algún anónimo organismo,
una señal, una mirada,
un amor que volvía,
una presencia o su contrario,
la vida siempre de algún otro,
la propia vida sin los otros.
Y estar aquí es moverse,
estar aquí es matar algo.
Hasta los muertos se mueven,
hasta los muertos matan.
Aquí el aire huele a crimen.
Pero el olor viene de más lejos.
Y hasta el olor se muere.
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