El lector
Sólo existe un lector, se llama el tiempo.
Somos lo que revela esa lectura,
tan minuciosa y honda que destruye
las páginas que lee.
Voz antigua
No ser más que una voz, que ni siquiera
puede llamarse propia; solamente
capaz de responder a las palabras
que a veces te dirige lo real,
inasible, por serlo,
para tus leves brazos, hechos sólo
de recuerdo doliente,
de tiempo irremediable, de vacío.
Triste destino el memorable tuyo,
extraña tejedora de fantasmas,
vieja Eco -cabeza de la estirpe.
El espejo
No acierto a ser feliz. Todas las cosas
que busco, que poseo, que me aguardan,
íntimamente están en otra parte
a que no sé llegar. Y aunque las mire
en ese espejo que es también un sueño,
callan, y no sé el modo
de pasar, como Alicia, al otro lado.
Yo quisiera aprender que también es bastante
vivir en este cuarto
de costumbre, poblado de cosas conocidas
-pero también, aunque en secreto, mágicas-,
y alzar, de vez en cuando,
los ojos a su vaga superficie,
a su extraña certeza imaginaria,
e inventar algún cuento
de imágenes hermosas (también eso es la vida:
lúcido entretenerse),
en tanto se demora, cortésmente,
la prevista llegada de la noche.
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