Shakespeare
Prueba a pensar un
poco
que esa curiosa
historia
-que parece,
¿verdad?, bastante absurda-
de que no fuera
Shakespeare
quien escribió,
de hecho,
las obras que
circulan con su nombre,
sino algún otro
(Mr. W. H.,
o bien Marlowe, o
Bacon,
o algún
desconocido: da lo mismo),
resultara verdad,
a fin de cuentas,
y di: ¿preferirías
ser, en tal caso,
Shakespeare,
para siempre
casado con la gloria,
o el verdadero
autor de su trabajo,
sólo de ti -y de
Dios,
si existe-
conocido?
(¿Te atreves a
decir, sinceramente,
tú mismo tu juez,
que escogerías
eso?)
El gusano
Esperaba un gusano
al fondo de una
tumba
que llegara su
cebo acostumbrado,
y oyó cómo
elogiaban altamente
al que iban a
enterrar. Se sucedieron
inspirados
discursos
exaltando sus
hechos y virtudes,
y él se dijo, al
oírlos:
“De
rara calidad era este hombre;
buen bocado me
espera”.
Pero luego,
probando
los despojos
aquellos
de que tan
encendidas palabras se dijeran
(por más que se
esforzase en hallar el secreto
de la tan
pregonada virtud que atesoraban),
hubo de resignarse
al fin a la evidencia
de no serle
posible dar con ello.
Llegó un día,
pasado cierto tiempo,
más breve
comitiva,
que con pocas
palabras, llenas de sentimiento,
despedía al
difunto,
y les oyó decir:
“Venida ya tu hora,
duerme por fin en
paz, alma excelente,
cuyo valor el
mundo,
atento sólo al
brillo de lo externo,
no supo conocer”,
y hubo de
confesarse, al escucharlos:
“Pobre,
inexperta y ciega criatura,
me he dejado
llevar por apariencias;
pero el valor
auténtico
no gusta de esas
galas exteriores,
y vive de su luz”.
Y recobrando,
con renovado
ardor, su natural oficio,
se dio a buscar
con gusto cuidadoso
tan oculto valor:
pero de nuevo fue
la decepción más fuerte
que su buen
proceder,
y se dijo por fin:
“Vana fatiga.
Es posible que
éstos
con buena voluntad
se engañen a sí mismos,
pero yerran al
fin, y yo con ellos:
no es más el
hombre que una cena fría
y mucha vanidad”.
Y se escondió de
nuevo bajo tierra.
Hasta aquí, sus
palabras. Yo no acepto
-por demasiado
escéptica, y al fin interesada-,
opinión tan
atroz,
en solidaridad, al
menos, con mi especie:
no se dirá por mí
que todo cabe
en el triste
criterio del gusano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario