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Estos días los dedico a cuidar el jardín, querida Quiela:
nunca fue una labor que me importunara, aunque tampoco me provocó entusiasmo, pero ahora disfruto de ella.
Rastrillar la tierra y arrancar los hierbajos es lo que más me divierte. Es tan metódico y tan provechoso. No sólo para las flores, también para mí. Me encanta ver la tierra bien limpia y peinada. Me recuerda a ti recién salida de la ducha, caminando desnuda, a veces, por la casa, porque se te olvidó llevarte algo de ropa interior.
Aún tengo tu cuerpo marcado en el mío, querida Quiela. Y no pocas son las ocasiones en que en mi pecho pienso el tuyo, querida. Incluso hasta el extremo de haberme despertado alguna vez amamantando a nuestro hijo Noné.
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