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Esta mañana, he visto a Láora desnudarse, querida Quiela:
estaba en su habitación, con la puerta abierta, siempre atenta a mi llamado.
Se cambiaba de ropa, únicamente.
Pero en un momento se ha volcado sobre la cama recién hecha y ha frotado su cuerpo contra la colcha fría, y su rostro se ha dejado acariciar por la almohada.
Se ha girado, y se ha quitado el sostén, sin levantarse, y las braguitas, recogiendo las piernas. Luego, ha agitado sus nalgas impaciente. Se ha tirado del cabello, tocado la boca, violentado los pechos, con los dedos mojados en su propia saliva.
Luego, sin más, se ha masturbado.
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