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Ayer vi una luz, querida Quiela:
no te asustes, no es un ataque de locura, aunque así lo siento.
Vi una luz, que aún no sé de qué me hablaba. Pero tan clara, tan luminosa y tan limpia, que su esplendor y sus destellos me transmitieron una energía nueva y una nueva sabiduría, querida Quiela. Me trajeron la paz.
No recuerdo cuál fue su revelación, no recuerdo el contenido de su mensaje, si lo hubo, pero siento que vino a cambiarme. Vino a preñarme de un ser distinto, a convertirme a mí mismo en un ser extraño.
No sé cuál es esa maravilla que ha hecho en mí, pero yo sí me noto otro. Otro que sigue en mi piel y que ha salido de ella. Otro que me cumple para completarme y que para cumplirme me abandona. Alguien que ha venido y se ha marchado al mismo tiempo.
¿Crees posible lo que te cuento, querida Quiela? Pues créeme que en mí se ha dado.
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