(Estamos escudriñando los versos de Al aire de tu vuelo en que interviene los sentidos. Sigue la etiqueta Sobre Cántico si quieres complicarte la vida más de lo que a continuación te propongo.)
¿Y oye? ‘Ruidos/ Irrumpen.’ (Más allá, I) al despertar de la consciencia. ‘Y a la fuerza fundirse/ Con la sonoridad/ Más tenaz; sí, sí, sí,/ La palabra del mar’ (Más allá, II), pues somos parte de ese murmullo que pretendemos desentrañar: la humanidad, la cultura, la naturaleza, el cielo. Sonidos indescifrables, coma el aparente dulce ‘gorjeo esparcido/ Por entre los follajes/ Frágiles’ (Más allá, VI) que ‘Suena a orilla de abril’ (Más allá, VI), orilla apenas, superficie, exterior, que no sabémos qué pájaro produce y es por tanto inaudible. Qué violento despertar, el nuestro, que ‘Lanza la soledad/ A un tumulto de acordes’ (Más allá. VI) confusos.
Y si el mundo sólo nos confunde en un murmullo incomprensible, él, el hombre, usted y yo, en ‘Mi secreto inhábil/ Entre los relojes/ Calla tan inmóvil/ Que apenas sí late’(El prólogo). Con silencio respondemos al silencio. El hombre en su tiempo (entre los relojes) es capaz, sí, de identificar su secreto, pero de un modo inhábil: el hombre acalla elsecreto del hombre al exigirle su tiempo. ‘Y se desgarra el tiempo…/ Es el pitido súbito/ De un tren que allí, tan próximo,/ Precipita al futuro’(Las soledades interrumpidas). El reloj, el repentino y abrupto silbo del tren, son el entorno social que nos apremia, que nos exige diligencia y entrega. ¡Ah!, los hombres y sus sociedades que nos adocenan y anulan. ¿Más ejemplos? En todo en la tarde: ‘Locuaces, los anuncios/ Atajan al gentío./ Escándalos benévolos/ Cercan al distraído’ (I); ‘¿Y el silencio? No puede/ Valer, estar a plomo./ ¡Tantos colores chocan/ Con un rumor tan bronco!// Gran rumor. Se embarullan/ Las pisadas, los gritos/ Que deben ser diálogos,/ Las músicas ya ruidos […] Y el incesante arrastre/ De los muchos trabajos/ Que por dentro murmuran/ Crujidos derrumbados.// ¡Trepidación! Monótona,/ Continua, propagada,/ Precipita galopes/ -Sin cuerpos ya- de máquinas […] Bocinas huyen.’ (II) ‘Entonces se ensordecen/ Las sombras por los muros’. Y, no confundirse, es contra el hombre que ‘Las esquinas aguzan/ Su coraje incisivo./ Tiemblan desgarraduras/ De viento y sol. ¿Gemidos?’ Y es el hombre que gime en su Impaciente vivir.
Mientras tanto, ‘Un rumor. Son las hojas/ Gratas, profusas, cómplices’ (Las soledades interrumpidas) y ‘La escala de un pío’ (Escalas), las que nos invitan a incitan elevarnos. El hombre, sordo y mudo, como hemos dicho, debrá esperar el Advenimiento de la noche y la oscuridad, cuando ‘Cantará el ruiseñor/ En la cima del ansia’.
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