Para romper acosos
Ahora voy a escribir en lo hondo del papel
con el muñón que surge desde lo oculto de mí mismo.
Hoy me calzo de cólera.
No hay lugar para la ternura.
Estoy sudando
encima del grasoso
mostrador de una tienda,
donde compro un pedazo de queso,
una botella de vino
y sal para conservar sangrante
mi carne.
A pesar de que soy un poeta común y corriente
no puedo respirar con todo lo sagrado
y la cavidad desdentada de San Juan de la Cruz.
Verdaderamente me siento mal.
¿De dónde ha nacido esta cólera que ataja alumbramientos?
No quiero contar nada.
Quiero obligar a que estas páginas voceen.
Pero me importa nada o todo
o círculo o línea recta
de donde venga esta cólera:
de la ceguera o de las cuestas de ajo.
Porque también del ajo o del perejil puede venir.
Lo que me importa es saber qué puedo hacer con esta rabia,
con este cargamento de piedras que quiere salir del pasmo,
para romper acosos.
Por eso estoy ahora
con una cuerda en el pescuezo,
con un fusil en las entrañas,
dando de alaridos,
manotazos y patadas,
para volver otra vez a luchar,
a fracasar,
volver a luchar,
siguiendo la inexorable lógica del aniquilamiento,
contra lo que no se puede marchar.
1 comentario:
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