Al comienzo de su obra 'La soledad', Augusto Ferrán recoge coplas populares. Ahí van otras 20.
Cantares del pueblo
XXI
Cuando esté en la sepultura
y de gusanos roído,
mis huesos tendrán letreros
diciendo que te he querido.
XXII
Cualesquiera que me vieran
dirán que no tengo pena,
y tengo mi corazón
como una bayeta negra.
XXIII
Rómpase el velo que cubre
el celeste firmamento,
para que aprendan los hombres
de los ángeles del cielo.
XXIV
Yo pensé que un querer bien
ya se podría olvidar,
y es callejón tan estrecho
que el que entra no sale más.
XXV
Yo no sé lo que le ha dado
esta serrana a mi cuerpo,
que hago por olvidarla
y en viéndola me arrepiento.
XXVI
Yo que me vi publicado
y encima con tantas penas,
he tomado la venganza
contra mi persona mesma.
XXVII
Me siento sobre mi cama
y repaso mi memoria;
yo hablo con las paredes,
y no hallo quien responda.
XXVIII
Tierra, ¿cómo no te abres
y te sales de tu centro,
y tragas a esta mujer
de tan malos pensamientos?
XXIX
Si un Divé me diera el mando
como se lo dio a la muerte,
yo quitaría del mundo
a quien me estorba quererte.
XXX
De lo que yo hago contigo
no se puede espantar nadie,
porque me hago los cargos
que eres carne de mis carnes.
XXXI
Más bien consiento en morirme
que no en publicar mis penas,
porque brocales de fuego
salen del alma y me queman.
XXXII
Yo me arrimé a un pino verde
por ver si me consolaba;
y el pino, como era verde,
de verme llorar, lloraba.
XXXIII
Cuando hables de mi persona
no digas que me has querido,
di que fue un capricho sólo
que los dos hemos tenido.
XXXIV
Porque te vi desde lejos
por eso te quiero tanto;
haces bien en no acercarte,
de cerca pierde lo falso.
XXXV
Paloma que vas volando
y en el pico llevas hilo,
dámelo para coser
tu corazón con el mío.
XXXVI
Ya se me quitó la venda
que tan ciego me tenía,
y he llegado a conocer
que vendado más veía.
XXXVII
Desgraciado el arbolito
que solo en el campo nace:
todas las aves del mundo
contra sus ramas combaten.
XXXVIII
Yo pensé que era yo solo
serrana, a quien tú querías,
y te diviertes con otro
todas las horas del día.
XXXIX
Una niña me engañó
y me llevó junto a un trigo.
¡Cuándo volverá la niña
a gastar bromas conmigo!
XL
Me quisistes y te quise;
me olvidaste y te olvidé;
los dos tuvimos la culpa,
tú primero y yo después.
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