XII
Entre dos que bien se quieren
no hay ausencia ni distancia,
que los pensamientos vuelan
y cada día se hablan.
Esto es lo que llamar suelen
el lenguaje de las almas;
un corazón que recuerda
no necesita palabras.
XIII
Cuando a tus citas voy
me ves mustio y callado,
y es que en tu calma pensando estoy.
Cuando de ti me alejo
ando como espantado,
y es que celoso de ti me quejo.
XIV
Yo te he visto dormida
y te he visto agitada;
¿los sueños te dan vida?
¿Lo real no te da nada?
Despiertas... Ya la calma
lució tras el beleño:
¡cuán hermosa es tu alma,
¡ay, bella como un sueño!
XV
Yo tus ojos he besado,
yo he besado tus cabellos,
yo besé tus manos blancas
y estreché tu talle esbelto.
Nombres dulces yo te he oído
y me has hecho juramentos...
cuántas flores ¡ay! me has dado
perfumadas con veneno.
XVI
La gente que a lo lejos me divisa
me llama el loco en medio de su risa. 10
¡Tanto mejor!
Que aún no he visto -y perdóname el vocablo-
a ningún ganapán, pobre diablo,
loco de amor.
Esta toda es la poesía de Augusto Ferrán. No traigo aquí sus prosas: Una inspiración alemana, El puñal y Epitafio de una joven, de entre las cuales sólo he leído con gusto la segunda. La tercera y la primera, en fin, exceden con mucho la miel que tolera mi paladar. Afortunadamente la tercera es breve y admite la lectura completa.
Gracias, Augusto.
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