DE LA SUPURACIÓN
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Las más de las veces al fin se revienta
La vómica el día que veinte cumplió,
O treinta, o cuarenta; y a veces sesenta
De abrirse tardó.
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Por esto conviene saber cuando empieza
El pus a formarse, pues suele ocurrir
Que cuando se forma, la naturaleza
Principia a sentir
Horrores, o fiebre, o grandes dolores,
O peso en el sitio que había dolor;
Pues estos trastornos y aun otros mayores
Que causan temor,
Se suelen a veces mostrar claramente
Al irse la balsa de pus a formar,
Y el médico entonces atento y prudente
Los debe notar,
Debiendo esperarse desque esto ya nota
Hasta aquellos días ya dichos aquí;
Que quede en el pecho la vómica rota
Del pus que hay allí.
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El lado que ocupa la vómica impura
Del cóncavo tórax, se puede saber
Por medio de aquesta siguiente pintura
Que vamos hacer.
Si estando ardoroso tan sólo un costado
Hubiese en el mismo vehemente dolor
Y estando el enfermo del otro acostado
Que se halla mejor,
Preguntas que nota, y al punto el doliente
Responde “que un peso”, dirás para ti,
Si aquí en este lado el peso se siente,
El pus está aquí.
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De aquel que en un punto cualquiera supura
De un modo siniestro se debe juzgar
Si nunca al enfermo la vil calentura
Le llega a faltar,
Y sólo su fuerza se aplaca de día ,
De noche se aumenta, y hay grande sudor,
Y tos muy frecuente que casi no envía
Del pecho licor;
Si se hunden los ojos, y están coloradas
Entrambas mejillas, las uñas después
En cálidos dedos estando encorvadas
E hinchados los pies;
Si en fin, los manjares también se aborrecen,
Y pústulas salen en toda la piel
Del cuerpo doliente, señales parecen,
De agüero cruel.
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Pues todas aquestas señales impías
Ya casi de todas las vómicas son:
Mas todas aquellas que habrán menos días
De dar aflicción,
Presentan los signos que en esta dolencia
Allá en el principio se suelen mostrar,
Y más si se encuentra mayor resistencia
Para respirar.
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