jueves, 19 de enero de 2012

Más sonetos de Quevedo

Dejad que a voces diga el bien que pierdo,        
si con mi llanto a lástima os provoco;        
y permitidme hacer cosas de loco:        
que parezco muy mal amante y cuerdo.        

La red que rompo y la prisión que muerdo
y el tirano rigor que adoro y toco,        
para mostrar mi pena son muy poco,        
si por mi mal de lo que fui me acuerdo.        

Óiganme todos: consentid siquiera        
que, harto de esperar y de quejarme,
pues sin previo viví, sin juicio muera.        

De gritar solamente quiero hartarme.        
Sepa de mí, a lo menos, esta fiera        
que he podido morir, y no mudarme.

___

Por la cumbre de un monte levantado,        
mis temerosos pasos, triste, guío;        
por norte llevo sólo mi albedrío,        
y por mantenimiento, mi cuidado.        

Llega la noche, y hállome engañado,
y sólo en la esperanza me confío;        
llego al corriente mar de un hondo río:        
ni hallo barca ni puente, ni hallo vado.        

Por la ribera arriba el paso arrojo;        
dame contento el agua con su ruido;
mas en verme perdido me congojo.        

Hallo pisadas de otro que ha subido;        
párome a verlas; pienso con enojo        
si son de otro, como yo, perdido.

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