¡Actualidad! Tan fugaz/ En su cogollo y su miga,/ Regala a mi lentitud/ El sumo sabor a vida. Jorge Guillén
viernes, 17 de febrero de 2012
En 'Versiones' de Rosario Castellanos, poemas de Emily Dickinson en 'Poemas'
Un triunfo puede ser de diferentes clases.
Hay un triunfo en la estancia
en que esa vieja emperatriz, la Muerte,
por la fe es derrocada.
Triunfa el entendimiento más fino cuando avanza,
con calma, la Verdad
-largamente enfrentada- a lo supremo,
a Dios, su muchedumbre, su auditorio total.
Un triunfo hay si la tentación muerde
y sabemos hurtar suavemente la mano.
Un ojo se alza al cielo al que se renunció
y otro hacia el castigo desdeñado.
Y sin embargo, el triunfo más severo
es el de aquel que puede atravesar,
absuelto, ante la barra desnuda de los jueces
cuyo rostro es Jehová.
___
Porque yo no podía parar ante la muerte
él, bondadosamente, ambas riendas tomó.
El carro no llevaba más que nuestras personas
y la Inmortalidad entre los dos.
Lentamente anduvimos. Él no conocía prisa
y yo dejé caer
mis trabajos, mis ocios,
porque él era cortés.
Pasamos por la escuela donde jugaban niños
trenzados en la lid;
pasamos sembradíos de extasiadas espigas
y pasamos el sol en su nadir.
Nos detuvimos antes frente a una casa que era
semejante a un tumor
de la tierra. Su techo se adivinaba apenas
pero el vértice ero lo mismo que un alcor.
Desde entonces son siglos. Mas cada uno parece
menos largo que el día en que pude mirar
que la cabeza del caballo iba
rumbo a la Eternidad.
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