El horizonte
pule el espacio
hasta anular su perfil
y el tiempo se dispersa
en movedizas dunas
cuyo trayecto
es un juego
que distrae al caminante
y le obliga a repetir
el paso sin sombra
del desasosiego.
La fiebre cercena
los tímidos trigales,
las cuerdas de los vientos
ciegan la fantasía.
Si la soledad corriera
tras la curva adivinada
-la extensión es una flecha
que la rotación arrastra-;
si en su caudal incandescente
se consumiera,
trocándose en energía,
y si en esa mutación
el amor puro...
Buscan asiento
los signos,
pero nómada es la
forma
en el desierto inasible
y falaz la transparencia.
El oleaje del reverbero
aviva la incertidumbre.
El sol ignora el movimiento del sol.
El silencio
multiplica su paralaje.
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