1
Hago círculos con la llama
ante el dios desconocido del amor.
Dentro del círculo
se abre un silencio azul,
que cierra mis párpados,
profundo pozo
donde una lágrima celeste se refleja
y se esparce
hasta el borde de la oscuridad.
El rojo de las heridas
es el aro del brocal
y salta a mi frente
como una chispa.
Estarás con los ojos fijos
en el fondo del agua
a la espera de un indicio…
Hago círculos con la llama.
Mi ofrenda de flores se aleja en el río.
4
Aquí no hay muerte,
sólo luz,
luz de acogida,
luz más allá de la luz.
Y sabemos
que en la luz entraremos,
en esa plateada neblina
que abre vías al silencio
y multiplica
la inmensidad del río
invitando al lugar
donde es unidad la nada.
Todas las cifras
ascienden
a la superficie
y hasta las células
sumidas en la sima
ascienden y cruzan el espacio
para ser con el agua
que tan sosegada avanza
por esta vía
que va de una orilla a otra,
de la orilla de la vida
a aquella desconocida
donde incluso los pájaros
temen anidar.
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