miércoles, 23 de abril de 2014

Poemas de Clara Janés en "Río hacia la nada" ( y fin), uno con matemáticas

23

Se va en humo el futuro
y en ceniza se amontona el pasado.
Quedan restos de olvido
y la urdimbre del fuego de sacrificio.

Aquel caballo,
que al alba
despertara con su hocico
al universo,
arrastra ya las lluvias
hasta el confín de las nubes.

Arde la palabra
como un arco en fuga
y el oído se apaga.
Y el ojo no ve lobos ni leones
bajo el agua,
ni palmeras,
aunque todas las formas
se hunden en el río…

Y el dios de la muerte,
cuyo nombre significa
dominio de uno mismo,
arroja en su seno
incluso los himnos de la fe
que el corazón poblaron
y al horizonte lanza
una línea de sonido
para anudar el movimiento del sol.

Y restablece el orden
en el infinito.


28

Aunque está vacía
la oscuridad,
resuenan pisadas
en los peldaños.

Un leve fuego
a la orilla del agua
se consume,
pero hay que seguir
ahondando,
ahondando,
ahondando en la noche
hasta el profundo centro
para entrar en el giro
que desde el origen
corre hacia el fin
inalcanzable.

Ni punto
ni línea recta
sino esfera
que se expande...

Y cada instante
se multiplica
por totalidad.


30

Las antorchas y los fuegos
en el borde de la noche
cuando el río
es la negrura del cielo
y no hay barcas en el agua
ni animales en la orilla
y únicamente una voz,
un mantra,
indica el estar en vela
y dormita el asombro,
y el amor se esconde
bajo la cansada piel,
porque sólo esa oscuridad
le espera,
y no hay repliegue
en la memoria
que resucite los días,
y a sí mismo se dice:
mantente ajeno, en calma,
que nunca, nunca, nunca
volverás a andar sobre las aguas.

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