UN EDIFICIO EN LA MENTE
Es la ventana invisible de mis miedos por la que me asomo de vez en cuando. El horizonte no lo puedo divisar porque hay un muro delante, pegado ante mis ojos, que lo impide. Creo que será difícil escalarlo, pues no tiene final, además de que la caída se hace previsible hacia una profundidad que transcurre entre el espacio de la pared del edificio y el muro hostil. Por esa ventana, desde luego, es imposible ver nada, así que abro la puerta que está al otro lado para salir tranquilamente hacia la calle en busca de aquello que me pueda hacer feliz.
EL HORIZONTE DE LA VIDA
Más allá del horizonte hay otro horizonte y después de éste hay otro más y luego otro más… Horizontes que con su movimiento hacen girar el planeta, que cambian de lugar constantemente como una piel que se desliza sobre el magma… Yo voy hacia un horizonte que nunca alcanzo, porque muta sin cesar buscando el infinito. Así me paso la vida, caminando sin parar con la intención de saber si hay algún final antes de que llegue el ocaso de mis días. Espero conseguirlo, porque presiento que hay un Dios al final del camino.
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